Crecí, en un lugar muy cerca al desvío a La Esperanza.
A los cipotes y cipotas de la casa y a mí nos prohibían ir
al desvió de La Esperanza, por el peligro que esté representaba. ¡Te puede
llevar un robachicos! decía mi abuelita.
Crecí con el café con pan por las mañanas, o café con
rosquillas cuando había abundancia.
Entre las pozas, los caballitos del diablo y las sardinas de
un rio que desconozco el nombre y entre matorrales y las milpas de Don Isidro,
el solar de la casa de mi abuelita donde había un sendo palo de mango del cual
mi hermano mayor había hecho su fortaleza y muchos guayabos que se convertían
en naves espaciales o aviones según quien los piloteara, huerta por aquí y por allá
y unos cuantos palitos de café, cuyas raíces servían para cimientos de grandes ciudades
en miniatura, que tenían calles construidas con la tapadera de casete de
música, construcciones de basura con "forma"(piezas de plástico) y
piedras.
Las carretas de bueyes de don Ismael rechinaban en las
tardes con el llevar del agua en drones muy grandes.
La potra en el campito espera, y los cipotes haciendo fila
india para ver con quien les tocaba jugar. Los juguitos o topogigios después de
esta no podían faltar.
Un día pregunté a mi abuelita, ¿Qué es la esperanza? Ella me
vio con su semblante fuerte que la caracterizaba pero con ternura en sus ojos,
como si no creyera la pregunta que le hacía;
Me dijo: papa es algo que jamás debemos perder, es necesario
en nuestra vida porque nos permite alcanzar muchas cosas. Yo estaba confundido,
¿Cómo era posible, que siendo la esperanza algo tan bueno según mi abuelita, el
desvío a La Esperanza fuera un lugar peligroso?
Estaba intrigado, ahora quería conocer el desvío de La
Esperanza. Había una grulla de cipotes del barrio que querían ir a bañar a La
Poza del Tontol. Para llegar a esa poza había que pasar por el desvío, así que
cuando me di cuenta, no dude en unirme.
Fui a La Poza del Tontol, era una muy bonita con grandes
piedras en una orilla, agua cristalina y estaba casi oculta por una loma y
mucha gente disfrutando del agua. Se respiraba un buen ambiente. Ese día me
olvide de la esperanza por disfrutar de la alegría, nunca me percate donde era
el desvío.
Mi intriga continuaba, así que al siguiente día, conociendo
mejor el camino me aventure a buscar el desvío, hacia eso tan necesario que me
menciono mi abuelita. Después de caminar 4 cuadras llegue a una carretera muy concurrido
y una bifurcación que conducía a La Esperanza.
No era lo que yo esperaba, me imagine un lugar colorido, o
mínimo verde como siempre la pintan, pero para mi sorpresa o único verde era el
rotulo con el nombre "La Esperanza" y una flecha.
Regrese a casa triste, porque no encontré lo que buscaba,
cuando llegue me encontré con otra sorpresa, mi abuelita con faja en mano, no fui
cauteloso en mi aventura y nunca faltan las vecinas chismosas.
¡Incate! fue lo primero que dijo, primer fajazo y luego la
pregunta, ¿Que andabas haciendo tan lejos de la casa?
¡No ves que es peligroso muchachito! ¡Te levanta un carro!
¿Quién crees que le va a responder a tu mamá? . ¡Decime! Empezó el llanto de mi
parte, cuando pude contenerlo le dije, es
que andaba buscando la esperanza, usted me dijo que era bueno tenerla, y decidí
ir a buscarla, yo quería conocer la esperanza abuelita, perdón.
Al escuchar eso mi abuelita se conmovió y no terminó de
darme los tres fajazos que acostumbraba darnos cuando nos portábamos mal. En
lugar de eso se acercó, me abrazo lloro conmigo y me dijo, papa la esperanza
que esta por donde vos buscabas es solo un lugar, la verdadera esperanza la vas encontrar aquí, mi
chiquito, y señalo el lado izquierdo de mi pecho. Su llanto no cesaba, y la
abrace más fuerte.
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